Museo a Cielo abierto

Melchora Cuenca

Melchora Cuenca

Anibal Sampayo
(poema)

De Güirapuita los triunfos, resonaban en los cerros,
mas la derrota acechaba y allá en el Tacuarembó…
la división de patriotas, comandada por Sotelo
con los bravos misioneros, un veintidós sucumbió.
Después El Pilar, Febrero de 1820

y luego el 13 de junio, el encuentro de las Guachas…. Gualeguay, El Yuquery, Las Tunas y Avalos tienen,
funestas contradicciones, para el héroe y su campaña.

Y fue allí en Mandisobí, cuando la dulce lancera,
por última vez se viera, con el caudillo oriental…
cuando él busca el Paraguay, Melchora sola regresa,
para llorar su tristeza, en los montes del Queguay.

(Canción del litoral)
Fue paloma para amar
brava leona en el combate,
el clarín templó el coraje,
de su pecho montaraz…

Se encintaba el Paraguay,
en las noches de sus trenzas,
se llamó Melchora Cuenca,
la bella flor del Guayra…

A orillas del Uruguay,
duerme Purificación,
sólo brota una canción,
de cuna en la soledad…

Sombra heroica vertical,
de la estirpe montonera,
así era Melchora Cuenca,
la pasión del General.

Estribillo

Por eso guardan mis versos
la historia de sus hazañas
y en el altar de la patria
su nombre se escribirá…

Luce el alba nacional
dos medias lunas guerreras
tus ojos Melchora Cuenca
que alumbran del más allá.

Ya no brilla el esplendor,
de Güirapuita, en su espada,
en Mandisobí se apaga,
la estrella del vencedor…

A cuestas con su dolor,
sendero largo de ausencia,
allá va Melchora Cuenca,
llorando al perdido amor…

En suelo germinador,
cambia el filo de su lanza,
la reja de la esperanza,
le torna el brazo arador…

Y el Queguay río cantor,
tiene el tiempo de zorzales,
el misterio de su sangre,
que en mi tierra floreció.

Estribillo

MELCHORA CUENCA

Ante la muerte de José Artigas, Melchora Cuenca expresó: "Mentiras, son mentiras de los enemigos. Pobres mentiras. Ya lo verás llegar por este mismo camino".

Mujer de rostro atrayente, elegante porte, hija de un carrero paraguayo y una mestiza guaraní, Melchora Cuenca era mujer culta, valiente y aguerrida que siendo adolescente se vinculó al campamento artiguista del Ayuí, debido a que acompañaba a su padre que abastecía de víveres al emplazamiento de Artigas, enviados por la Junta del Paraguay. Tiempo después, en Purificación, se casó con Artigas convirtiéndose en el tercer matrimonio del prócer.

Fue una mujer notable: en primer lugar fue lancera del general José Artigas tras su encuentro -aparentemente en Santa Fe-; y en segundo lugar estuvo casada con él y se hallaba a su lado en la villa-campamento de Purificación, entre los años 1815 y 1819, durante el apogeo del Sistema Federal.

Tuvieron dos hijos con Artigas, Santiago y María cuando vivían en una casa que hoy es tapera ubicada a orillas de rio Queguay, a unos 40 km de la Guichón.

Fue testigo y partícipe de la revolución en los apogeos y la derrota del prócer. Tuvo desavenencias notorias con Artigas desde 1819 y desde entonces se dice que vivió a monte, porque los portugueses querían matar a sus hijos. La historia relata que aun en su situación de indigencia rechazó la ayuda de Bernardina Fragoso, quien fuera entonces la esposa de Rivera.

Cuando Artigas buscó refugio en el Paraguay, Melchora fue a encontrarse con él en Mandisobí para acompañarlo, pero Artigas la rechazó sin que se sepan las razones. Y fue allí, en Mandisobí, cuando la dulce lancera, por última vez se vio junto al caudillo oriental.

Relatan los versos de Anibal Sampayo dedicados a Melchora: “Él busca el Paraguay, Melchora sola regresa para llorar su tristeza en los montes del Queguay”.

La separación dejó un profundo dolor en el alma de Melchora, que se sintió traicionada y presa del deshonor, habiendo quedado sin recursos para hacerse cargo de sus hijos.

Siempre huyendo de los portugueses, Melchora realizó tareas humildes como lavar, planchar y confeccionado ponchos que luego vendía en el Queguay.

En 1846 viajó a Concordia para reencontrarse con su hijo Santiago. En septiembre de 1850, un oficial del ejército paraguayo entrego a Santiago una carta remitida por el presidente López, en el que le informaba acerca de la muerte de José Artigas. Luego de mucho dudarlo, Santiago se la entregó a su madre quien le respondió con tranquilidad: “Mentiras, son mentiras de los enemigos. Pobres mentiras. Ya lo verás llegar por este mismo camino”. Estas palabras pintan claramente un espíritu guerrero que nunca se rindió y el afecto que aún sentía por nuestro prócer.

En Concordia Melchora murió cerca de 1870, al parecer envenenada por las emanaciones de un brasero colocado en su habitación. Triste final para tan extraordinaria mujer.

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